En aquellos días de lluvia yo era uno más compartiendo el sentimiento de euforia, tocando la nota de un brindis perfecto con mis labios al encontrarse en el recorrido suicida de las gotas al caer. En mi primer día no me acompañaron mis padres, solo percibí la cara de mi tía alejarse entre la multitud y me dejé llevar contagiado por el éxtasis de las sonrisas de oreja a oreja y el carnaval de los babys, no llevaba paraguas, no iba solo pero iba solo, ahora lo sé después de muchos años. Miramos por el cristal como si de un cuadro se tratara, de un cuadro de caras de niños viendo, detrás, la gente pasaba con paraguas gritando delante, con fuerza, como si el arma más fuerte fueran sus palabras, defendían una mayor educación, estaban en contra de no se qué… debían de tener frío, yo no me sentía las manos una vez posadas en el frío cristal durante minutos, dentro de la escuela se estaba calentito, los hubiera invitado si mío fuera el colegio. A decir verdad, aunque no fuese mío lo parecía porque los compañeros y los profesores me hacían sentir una pieza fundamental, hacíamos muchos juegos, la mayoría de ellos con plastilina, con pelotas o con aros las niñas parecían flores y se vestían con caras de pura inocencia, podía soñar despierto con ellas cuando se reflejaban en las puertas al salir al recreo, las visualizaba acompañando a sus madres al parque o escondiéndose de algo con la misma sonrisa o alguna inocencia prestada. En aquellos tiempos las cosas que se escribían en la piel con la tinta de los bolígrafos eran dibujos, garabatos, animales, flores… se me daba bien dibujar y el resultado es que no había día en que el profesor no viese por cualquier remota casualidad un brazo o una pierna pintada en clase por mí. Los profesores alimentaban nuestra curiosidad y nos sacaban en fila india para visitar el parque, el teatro o el cine, hoy en día les pegan. Y ya se hacía tarde, y sonaban las sirenas y yo tenía que salir, no llevaba paraguas. En la calle, entre el río de personas que salía yo parecía una piedra estancada mirando el cristal que antes me protegía, y salía sin paraguas y hacía frío no me acompañaron mis padres, no iba solo pero iba solo y pensaba que quizá hubiera alguien allá tras el cristal que podría haberme invitado a entrar otra vez si el colegio fuera suyo.
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Me gusta mucho esta entrada. La vemos en clase.
ResponderEliminarMuy bonita esta entrada!!! Me ha gustado mucho leerla!!! Ánimo para escribir más cosas así!
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